(desde: Si tan sólo existieras)
RECUERDOS DE UN DÍA SOLEADO
Esa subida a la
blancura donde juntos la suerte prueban
como propio:
Bien que en la distancia compuesto
como si hoy los
ajetreos y emociones,
las coordenadas
de esos tiempos, indecibles,
ya estaban
vencidas, sin retorno a la esperanza
lejos la laguna
tóxica, al interior del tráfico
del tumulto
sueños biselados en el
reflejo
desgastes porque el tiempo
no pasa en vano
hielos como esa
cortesía esperanzada
gafas marcando el
abandono
bombones porque la cortesía
cauta
acarreos que no permiten
desatentos
y una que otra
orquídea
y otro que en 20
más en deterioro,
quién lo
creyera, se probó casi uniformado.
Lo recuerdan
como hoy:
Miré la nieve
en tus ojos, más tarde
confesabas,
es decir, quién
existe sino sólo tú, / y tu ondular,
esos desesperos,
algo que ocurra de imprevisto,
y tu permanecer
descontrolado, y tu herir medusa,
y tu destinar en
desatino,
y yo, ¿yo?,
casi nada:
Todo, y fuiste
el espacio pulsante,
cerca en sus manos
tu extrema
desidia,
es un decir,
ese aroma de
fresias, ese sabor de limas
candorosas de
nefastas,
y sutil dejos o putrefactas
como herejes lujuriosos
o cándidas
beatas de sus velos cubiertas y terribles
nada, y qué
cielos futuros, qué decir, ambos
embriagando los
propios líquidos o contactos o
experiencias
congeladas que ya no dialogan,
de ayer y cuánta
dicha en los nevados
deseos los des-unen
apenas y frustran
locuras cuerdas que
los atan, porque nada mejor
que la ternura
en estos casos cuando desahuciados
insisten:
De hoy y ni
siquiera la distante y efímera
pasión
inexistente y demorada.
Recuerdas su
pelo abombado y mal trecho
cubriéndote orejas
en olvido,
la imposible
permanencia del furor
esa muletilla estética
ya había mutilado
a dimensiones
conversables
y era lo que más
atracción irradiabas,
de ti, ¡qué
desperdicio! de carne en aras y las
palabras escapan
o renuentes
para cubrir su
enfado
(o ya las tiene
bien perdidas de encontradas)
esa bola de
nieve recuperas con rabia de recuerdos,
justo en medio
de los sueños
pica cierta o poca
de futuros
y de los pasos pasados
como si niños
en enfado y
taimas.
Esa claridad del
día es el miedo de olvidar todo ese tiempo
que los separó ineludible
y que no se empoza,
y que volvieron a
un renuevo, a un
más ajeno, aún
más que ciudad cubierta
de jardines y
callampas donde jamás visitan
y sabes que allí
están amenazas futuras,
desquicios
presentes, modificaciones de rumbo.
Y ahora que lo
recuerdan
como si hoy
vienen llegando
vuelta de hace
20 años, y paf,
de sopetón dan narices
contra quejas
ese imposible
luminoso de locuras y salidas
en cama postrera
de 20 plazas y un día, y firma
donde entibia el
ausente silencio
como si hoy
vienen conocidos y ajenos:
Lamentan que él
regresa donde ella le espera
acogedora de
turbia
y tú, tú te vas
donde te mantuvo prisionera:
que la ausencia
se manifiesta como arrebatos
por tantos y
tantos de comedia intentos,
ahora que lo
precisan cuando ni la urgencia:
Qué desperdicio,
haber juntos al retorno
y que nada, como
retórica crujiente y blanca,
nada, salvo los
ríos turbios
nada juegan
venidas y rastros,
nada como si insuficiente
no fuera además
olvidando las
palabras, cándidas y morales,
los sabores, la
primavera abrupta ahuyentada,
del olvido, fácilmente
previsible las llamadas o
el colesterol, y
te empeñas que se ponga
el diente que le
falta.
Qué desperdicio.
/ Sí. / Qué desperdicio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario