sábado, 3 de noviembre de 2012

RECUERDOS DE UN DÍA SOLEADO (desde Si tan sólo existieras)

 
 
 



(desde: Si tan sólo existieras)



RECUERDOS DE UN DÍA SOLEADO




Esa subida a la blancura donde juntos la suerte prueban
como propio:
Bien que en la distancia compuesto
como si hoy los ajetreos y emociones,
las coordenadas de esos tiempos, indecibles,
ya estaban vencidas, sin retorno a la esperanza

lejos la laguna tóxica, al interior del tráfico
del tumulto
sueños             biselados en el reflejo
desgastes         porque el tiempo no pasa en vano
hielos               como esa cortesía esperanzada
gafas                marcando el abandono
bombones        porque la cortesía cauta
acarreos           que no permiten desatentos
y una que otra orquídea
y otro que en 20 más en deterioro,
quién lo creyera, se probó casi uniformado.

Lo recuerdan como hoy:

Miré la nieve en tus ojos, más tarde confesabas,
es decir, quién existe sino sólo tú, / y tu ondular,
esos desesperos, algo que ocurra de imprevisto,
y tu permanecer descontrolado, y tu herir medusa,
y tu destinar en desatino,
y yo, ¿yo?, casi nada:

Todo, y fuiste
el espacio pulsante, cerca en sus manos
tu extrema desidia,
es un decir,
ese aroma de fresias, ese sabor de limas
candorosas de nefastas,
y sutil dejos o putrefactas como herejes lujuriosos
o cándidas beatas de sus velos cubiertas y terribles

nada, y qué cielos futuros, qué decir, ambos
embriagando los propios líquidos o contactos o
experiencias congeladas que ya no dialogan,
de ayer y cuánta dicha en los nevados
deseos los des-unen apenas y frustran
locuras cuerdas que los atan, porque nada mejor
que la ternura en estos casos cuando desahuciados
insisten:

De hoy y ni siquiera la distante y efímera
pasión inexistente y demorada.

Recuerdas su pelo abombado y mal trecho
cubriéndote orejas en olvido,
la imposible permanencia del furor
esa muletilla estética ya había mutilado
a dimensiones conversables
y era lo que más atracción irradiabas,
de ti, ¡qué desperdicio! de carne en aras y las
palabras escapan o renuentes
para cubrir su enfado
(o ya las tiene bien perdidas de encontradas)
esa bola de nieve recuperas con rabia de recuerdos,
justo en medio de los sueños
pica cierta o poca de futuros
y de los pasos pasados como si niños
en enfado y taimas.

Esa claridad del día es el miedo de olvidar todo ese tiempo
que los separó ineludible y que no se empoza,
y que volvieron a un renuevo, a un
más ajeno, aún más que ciudad cubierta
de jardines y callampas donde jamás visitan
y sabes que allí están amenazas futuras,
desquicios presentes, modificaciones de rumbo.

Y ahora que lo recuerdan
como si hoy vienen llegando
vuelta de hace 20 años, y paf,
de sopetón dan narices contra quejas
ese imposible luminoso de locuras y salidas
en cama postrera de 20 plazas y un día, y firma
donde entibia el ausente silencio
como si hoy vienen conocidos y ajenos:

Lamentan que él regresa donde ella le espera
acogedora de turbia
y tú, tú te vas donde te mantuvo prisionera:
que la ausencia se manifiesta como arrebatos
por tantos y tantos de comedia intentos,
ahora que lo precisan cuando ni la urgencia:

Qué desperdicio, haber juntos al retorno
y que nada, como retórica crujiente y blanca,

nada, salvo los ríos turbios
nada juegan venidas y rastros,
nada como si insuficiente no fuera además
olvidando las palabras, cándidas y morales,
los sabores, la primavera abrupta ahuyentada,
del olvido, fácilmente previsible las llamadas o
el colesterol, y te empeñas que se ponga
el diente que le falta.

Qué desperdicio. / Sí. / Qué desperdicio.






  
   

  

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