domingo, 28 de abril de 2013

LA OBEDIENTE DESOBEDIENTE (de: Versos Secuestrados, díptico moralático)

 
 
 








5

LA OBEDIENTE DESOBEDIENTE



I

PRESENTACIÓN


Él le decía ven                   y ella se iba.
Quiero estar solo / vete     y ella se venía.
Habla                                y le relegaba con espesos silencios.
Calla                                 y le acalló dulcemente la cabeza
                                         obediente / a martilleos de prudencia:

Lo simplemente opuesto
como la ortiga macho y el rábano hembra
aún sin decepciones / o plenitud urticante
ferozmente, al sistema pertenece humilde:
Seguir en la misma simpleza de rutinas
diestras o siniestras: el camino marcado
por la espada que flamea imaginaria.

Por eso
las causadas últimas transcurrieron como arroyo quebrado,
no para álgido le fuera, salpicando el ruedo de la nada:
Ortigas encaramadas en rábanos deseosos / sombreando
mugidos y terrores.

Como sensación olfativa, cuando quería impresionar
la salía
en aciertos o desconociendo la humildad
necesaria, para atrapar orquídeas, aún si calientes,
húmedas, listas para la palabra, o la transmutación
incompleta: ejercía su cruento dominio:

Quedóse quieto, celda de sumisión,
manchando el canto, manso olvido de pobreza.

Así impugnan que tanto va el cántaro hasta corrompe cuando
entró la policía del Dámaso:
y lo expulsóme del ensueño con arrogancia
y le castigóme a psique de los mil demonios:
rábanos con falditas quietas
orquídeas místicas
ortigas inconclusas:
apenas mariposillas blancas de tan síquicas.

Viva Franco o me descojono.
Muera Franco o me descojono.

Vaya, nada cambia: Nada
la tontería misma cuando llenan una piscina
de ruidos y palabras:
duermen no más que palabrientas, y ella
no-tan la obediente fémina en medio de esas aguas.

La página en blanco / La ternura moraleja.


 II

LA MORALEJA


Ah, pero si sólo te hubieras dedicado a observar, cómo
va y cómo viene, y cómo los estambres
y pistilos,
sobre hoja de pájara pasajera
en blanco, a veces, piando, o callada,
o aun mejor, sentir la noche profunda
permafrosa, y para qué decir
si traído le hubieras flores
blancas      humildillas, cenicientas
rojas          vergonzantes
transparentes: como para un portaligas
y botas negras.

¡Qué va!
A todos su San Martín nos llega, siempre.
Y ya no importa si somos tontos de solemnidad
o republicanos.
O hasta a veces le des su palo al gato
y te acojan los buscadores de reliquias.

Sugerir diciendo ocultaciones: mejor que levantarse el tarro.



  

  

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