jueves, 19 de diciembre de 2013

¿EL DESTINO DE LA RAZA? (el 8° de (in) Precisiones e Incertidumbres)

 
 





de la parte: El Recuerdo de Resacas






desde: (in) Precisiones e Incertidumbres
(de esas Certeras y Subjetivas)





8

¿EL DESTINO DE LA RAZA?



Nada que podamos recordar
ni el instante de una rosa
ni cuando dijiste ya no puedo más
podrá sustraernos de esta condición
de cenizas demoradas:

A lodo y simiente todo se reduce:
Yo no me he olvidado, decías,
y pasaron 30.

Recordamos, porque la vida
se nos extraña ajena
como serpiente que guarda su veneno.

No será, ni fue, el de excusas calor que te extrema
ni el denuedo de pasos en la explanada.
De ellos renueva el silencio por más que la esperanza.
O esos rayos verdes de bulliciosa nostalgia y quietos.

Sus pasos, No los nuestros.
Porque la culpa y el abandono.
Pero sí la plaza de sombra en torno
la única piedad húmeda de Ronda

y la espera del olvido
y la desesperanza que a veces renueva.
Siempre el fruto en la memoria.

Ni el sol atenuado de ajeno y de verde
o la piel de la hija velada
su abanico sorpresas
sus penurias recuerdos.

Aquí, mi padre / fue el presidente,
orgullosa         de la peña.
Y ella agitaba su abanico.

La madera del banco fijo como angustia
una fuente de ausencia, un agua que aprisiona
el vacío que invita a un salto de hierros
a un vértigo de gusanos:

Árboles que soportan a las tres de la tarde
ese abanico de día
ese vientecillo de majas y de mirlos
esos incruentos destierros que enajenan:
la culpa incierta de glorietas de infancia en la inmediatez
del recuerdo.

O varias otras cosas perecederas
que al desnudo no vienen
como una puesta de sol solitaria.

Aquello no hiciera + que alimentar
remembranzas. Nada que inquiete la dicha.

Un calor abismante de perros
en la plaza, eso que pensaba tratando
de cambiar el soporte del recuerdo
porque los perros todo lo soportan.

Acaso la lluvia ausente y persiste
acaso la madre y la hija en el market de brumas:

Ni Petty Coat Lane pueda postergar
el momento cierto del encuentro
que recuerdas, y aguardas su retorno.

la culpa atenuada.

Una chaqueta de cuero obsesivo
la que buscas, con mucho ahínco
o tal vez el presentimiento que no volverán
aquellas esperanzas, figuradas, en días de buenaventura
y certezas.

El gozo que palpita la espera descarada, contrita
porque no soportas el recuerdo.

Pero ya recordarás su escritura
y la nostalgia del retorno de su ciframiento
y el ciframiento de su nostalgia
y la cordura de su certeza.

Nadie dilata el tiempo asignado al silicio
a esa parte de ceniza y polvo de la dicha
ni podrán, mientras duran
perpetuar la memoria
aquellos instantes de idilio bajo la parra turquesa.

El dolor que recicla la auténtica ternura.

Más allá del momento del cierto retorno.
Ya volviste      ¿y qué con la certeza?

Brillaba la certidumbre de la huida
cómo brillaban!
los pies del pueblo de blanco
el acantilado que no juzga ni perturba
pero marca cuadriláteros de pasado
ni la sombra de la parra
ni el paso de la ruta al destierro
o al regreso, y carencias
de otro tiempo de corduras:        NADA:

SOLO ambiguos RECUERDOS,
SOLO EMOCIONES PARA OTRA MIRADA.

Ni la constancia cierta. A veces
Ni la huida falsa. Muchas
Ni los ardientes conjuros. A veces
Ni dioses, ni mandas. Nunca
Ni acciones dichosas. Muchas
Ni caídas a otros entretiempos miserables.
Una vez y basta.

Nada puede el amor sublime. A la larga
cuando apelmaza y si es que lo admira.
Nada el sexo que comande. Nunca en la figura
de pájaros extenuados
salvo perpetuar, y extasiados tres juntos
o separados por cuentos de castigos.
Ni había una vez, esa historia, que no termina.

Ni hay fuera del tiempo que nos salve:
Sólo memoria que olvida cuando no existan retornos
ni tentáculos que organicen sagrados
sólo regresos a un tiempo de polvo anterior a la infancia.

Adendum:

Todo tan incierto
tan poco seguro lo sagrado
como el proscenio del recuerdo
en la Plaza Lillo de las aceitunas y su paso
negociada por el General y su amanuense en el tiempo del oprobio:


Hasta esa misma certeza / y después el silencio.




  

  


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