de la parte: El Recuerdo de Resacas
desde: (in) Precisiones e Incertidumbres
(de esas Certeras y Subjetivas)
8
¿EL DESTINO
DE LA RAZA?
Nada que podamos
recordar
ni el instante
de una rosa
ni cuando
dijiste ya no puedo más
podrá
sustraernos de esta condición
de cenizas
demoradas:
A lodo y
simiente todo se reduce:
Yo no me he
olvidado, decías,
y pasaron 30.
Recordamos,
porque la vida
se nos extraña
ajena
como serpiente
que guarda su veneno.
No será, ni fue,
el de excusas calor que te extrema
ni el denuedo de
pasos en la explanada.
De ellos renueva
el silencio por más que la esperanza.
O esos rayos
verdes de bulliciosa nostalgia y quietos.
Sus pasos, No
los nuestros.
Porque la culpa
y el abandono.
Pero sí la plaza
de sombra en torno
la única piedad
húmeda de Ronda
y la espera
del olvido
y la
desesperanza que a veces renueva.
Siempre el
fruto en la memoria.
Ni el sol
atenuado de ajeno y de verde
o la piel de la
hija velada
su abanico sorpresas
sus penurias recuerdos.
Aquí, mi padre /
fue el presidente,
orgullosa de la peña.
Y ella agitaba
su abanico.
La madera del
banco fijo como angustia
una fuente de
ausencia, un agua que aprisiona
el vacío que
invita a un salto de hierros
a un vértigo
de gusanos:
Árboles que
soportan a las tres de la tarde
ese abanico de
día
ese vientecillo
de majas y de mirlos
esos incruentos
destierros que enajenan:
la culpa
incierta de glorietas de infancia en la inmediatez
del recuerdo.
O varias otras
cosas perecederas
que al desnudo
no vienen
como una puesta
de sol solitaria.
Aquello no
hiciera + que alimentar
remembranzas.
Nada que inquiete la dicha.
Un calor abismante
de perros
en la plaza, eso
que pensaba tratando
de cambiar el
soporte del recuerdo
porque los
perros todo lo soportan.
Acaso la lluvia
ausente y persiste
acaso la madre y
la hija en el market de brumas:
Ni Petty Coat
Lane pueda postergar
el momento
cierto del encuentro
que recuerdas, y
aguardas su retorno.
la culpa
atenuada.
Una chaqueta de
cuero obsesivo
la que buscas,
con mucho ahínco
o tal vez el
presentimiento que no volverán
aquellas
esperanzas, figuradas, en días de buenaventura
y certezas.
El gozo que
palpita la espera descarada, contrita
porque no soportas
el recuerdo.
Pero ya
recordarás su escritura
y la
nostalgia del retorno de su ciframiento
y el
ciframiento de su nostalgia
y la cordura
de su certeza.
Nadie dilata el
tiempo asignado al silicio
a esa parte de
ceniza y polvo de la dicha
ni podrán,
mientras duran
perpetuar la
memoria
aquellos
instantes de idilio bajo la parra turquesa.
El dolor que
recicla la auténtica ternura.
Más allá del
momento del cierto retorno.
Ya volviste ¿y qué con la
certeza?
Brillaba la
certidumbre de la huida
cómo brillaban!
los pies del
pueblo de blanco
el acantilado
que no juzga ni perturba
pero marca
cuadriláteros de pasado
ni la sombra de
la parra
ni el paso de la
ruta al destierro
o al regreso, y
carencias
de otro tiempo de corduras: NADA:
SOLO ambiguos
RECUERDOS,
SOLO
EMOCIONES PARA OTRA MIRADA.
Ni la constancia
cierta. A veces
Ni la huida
falsa. Muchas
Ni los ardientes
conjuros. A veces
Ni dioses, ni
mandas. Nunca
Ni acciones
dichosas. Muchas
Ni caídas a
otros entretiempos miserables.
Una vez y basta.
Nada puede el
amor sublime. A la larga
cuando apelmaza
y si es que lo admira.
Nada el sexo que
comande. Nunca en la figura
de pájaros
extenuados
salvo perpetuar,
y extasiados tres juntos
o separados por
cuentos de castigos.
Ni había una
vez, esa historia, que no termina.
Ni hay fuera del
tiempo que nos salve:
Sólo memoria que
olvida cuando no existan retornos
ni tentáculos
que organicen sagrados
sólo regresos a
un tiempo de polvo anterior a la infancia.
Adendum:
Todo tan
incierto
tan poco seguro
lo sagrado
como el proscenio
del recuerdo
en la Plaza
Lillo de las aceitunas y su paso
negociada por el
General y su amanuense en el tiempo del oprobio:
Hasta esa misma
certeza / y después el silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario