desde: Composiciones para un Barrido y un Fregado
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Balada por la Recurrencia del
Encanto
Que el jugo tenga que ver con la caverna así como los
confesionarios con el horizonte no es algo que deba ser probado. Que tengamos
más que cuidarnos de un principio imaginario que de la fuerza organizada del
conjunto supone la supremacía de los mantenedores del rito por sobre los controladores
de la violencia. Pero a medida que se va dejando de creer en premios y castigos
eternos la caverna pierde su importancia y el horizonte adquiere la suya.
A
cambio, quisieran exprimirles el jugo
y
trituran las blusas / y desmenuzan los deseos
y como
a tormentos
cotidianos
los ardores suyos requiebran
trapos
los muslos doloridos
las
orquídeas fugaces solazando cadenas:
las
ánforas renuentes, esos peplos juguetones
que
hasta el Opus Dei expropiara
las
sabrosas entidades, las hermosas grebas exaltan
las
horrorosas ligas en el asta despliegan
como picoteo
de bellas intercambiando aventurillas
y así
en la salvación congénita: gozados
o convictos
en albedrío
dan
el ajeno jugo miserable
como si
el espacio se llenara de sarpullidos mudos
carnean
violáceos rosedales dorados o rayos penumbran
y naufragan
con todos sus gusanos
ardidos
y pulcros confesionarios en el horizonte.
No
hay ninguna razón para escribir.
Ni
para que entiendas.
No
nos exigen trivializar el lenguaje de la tribu.
Mejor
dormir la siesta.
Crear
un mundo de relaciones con la Sulamita.
¿Sabemos
cuan poco falta para el soñar y la tragedia?
Sin
que nadie encabrite, o aplaque y diga: deja ya de sudar
no
salives: o peor, no diga nada:
porque
el ser amanece nublado y el alma no alcanza
ni a
un tiempo en la espera de esos pasos
y se
rinde poco a poco, pero corruptible
va
ocultando sombras esparcidas
la
desaparición de su ser tras la mirada que lo pierde
cuando
lo siguen de campanario en campanario.
Ni
para que entiendas.
No
hay ninguna razón para escribir torreón o cierva.
No
nos exigen trivializar el lenguaje de la tribu.
Mejor
dormir la siesta en una de cuatro por cuatro.
Pero
ay! ¡Qué pasos, qué sombras, qué soñares!
Las
cotidianas? Las de memoria? (FLACAS)
¿Las que hacen a la vida? Cruces soñolientas
¿Las que hacen a la muerte? Cruces que ya no apasionan
¿Las cuasi religiosas? Cruces
desclavadas
¿Las rituales? +
y + Cruces, y rosas y encuentros
Como experimentadas el
miedo, el miedo y uno
que
otro delirio
Las observan las
risitas, las orquídeas ajadas.
¿Usan?
¿Desechan?
Como
si fueran árboles suplicantes.
Como
si fueran un árbol caído.
O escritas en una página y al perno llegan
si
las crees inspiradas
ya
en olvido, molicies
con
sangre, martillos, quejidos, y moscas
que
ya solo: letras y signos
¿Las etc. etc.? y
no descanses.
No
hay ninguna razón para consignar las congojas.
No
nos exigen trivializar el lenguaje de la pobla ni el de la puebla.
Ni
para que entiendas lárganse las peroratas.
Mejor
curtir a las probetas y alas balanzas en el vuelo
y
gánate aquí bien acomodado en la penumbra
cosas,
mudanzas varias
cuando
la estirpe ya no las necesita transformadas
en
meros signos de un tiempo sin retorno
ya
sólo anclas por costumbre de mirarnos
a la
mala: vernos en el otro sin compartir
la
esperanza, ni el presente, ni las huellas
esas que
llevan a las tumbas cuando se ocultan
los riñones
y se cifran las protuberancias:
El
lenguaje de la horda nos escapa
o
esclaviza sus quejidos y retiene el ruido de fondo:
aunque
alambiques, retuerzas o simplezas.
¿Construcciones?
¿A esto le llamamos berenjenas?
Derecho
a tener las propias. ¡Y aventarlas!
Y
gozar adultos: el cráneo, sus ancestros niños.
No hay
ninguna razón para cifrar metáforas.
Ni
para que entiendas comparaciones y su masticar
de entrepiernas
orales o anales o genitales organizadas
desde
los púlpitos y los divanes.
El
Pinocho ya se fue en cenizas
y no
en paz descansa su memoria.
Y un
algo como terco zarandeo del alma suaviza:
arrugando
el dolor de los recuerdos
Pero
nunca, nunca, nunca se sabe. Nunca la certeza:
Con palabras:
las agudezas de la espada
una o
dos, o varias atragantan, ¿No?
Benemérito.
Designado. Sonrisal cristiano.
Nada convenga
las sombras concretas
los
recuerdos dolorosos o debes olvidar o la vida
frustra
las ignorancias: zombies y filisteos juguetean por ahí
exhortan
las cartas babilónicas:
nada
de simpáticos azares, enlodando cambalaches
convenzan
relamidas
imposturas, esotéricos reyes de trastos siempre
dispuestos
al engaño
o
enjundiosas, o sabrosas, o beatas:
macanan
la fijación primera:
No
hay ninguna razón para escribir ni jadear siquiera.
sufran resonancias esos
sueños o engendros de sueños
lloren patrañas inventos
como el olvido de lo cierto
la conexión secreta entierre,
encierrre o camufle
íntima-terrible vestales,
uríes, mártires fornicantes
ético el
regusto en el misterio del lodo
ética la
acción de la ceniza
última la
cena revoltijo
las tocables verdades
de la infancia
por medio sojuzgamientos,
modorras, voladuras
signillos palabreros donde
la razón carcajee oprobios
como en el principio los
inventos, el verbo, la caverna
imaginado: algo
sobre las aguas, como manivelas
dándole
organillos y loritos y suertes.
Que
estamos / Ya / en el siglo XXI y
Galileo
/ no sólo / ganó:
la des excomunión-no-nata dejólos de espaldas en la lona
el des-índice-sarmiento forzando atragantada
a
nuestra gran palabrera de la tribu
(perdona
y pide para mostrar que ella, la única)
y (a modo de recurrencia del encanto)
ya
bestia, / basta:/ cállate.
Mejor
dormir la siesta.
No hay ninguna razón para escribir salvo una
compulsión del todo irracional e irresistible conduce a producir mundos que si
creados den cuenta de nuestro justificado descontento con el estado de cosas o sugieran
lo reblandecidos a que llega la insistencia.
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