(desde: <Composiciones para un barrido y un fregado)
CANCIÓN DE AMOR DE UNA ROSA DESPUÉS DE HABER
RECIBIDO UN INJERTO DE COLMILLO EN LA
RETINA
INDECIBLES
Ay,
en su espacio negro sólo sabe de perfumes:
Aquellos
donde minerales son mucho para idilios de pasada:
Cualquiera
destas rosas no manifiesta más que margaritas
y su
aroma a lozana y su olor a jugosa
según
el momento del idilio:
Considera
el perfume de la rosa
concéntrate,
no es tan difícil
-le
dijo el sabio- por su terciopelo:
No
jolgorios sería, ponernos quejumbrosos
aunque
despistes
desterrar
el sol de los jardines no nos acercaría.
El
terciopelo afanaba su costado:
sólo
sin sus espinas renacería doloroso.
Pero
ella quiso jugarle la dalia negra
negras de nacimiento en luto
y la fresia
fundada en la sospecha
en el círculo de intrigas o astutas
del
ranúnculo revuelto con la ráfaga
como ronco ruido rencoroso
la
azucena podrida en la conciencia.
Silencio.
Ella
querría extrañarle de la camelia ciega
su perfume en la blancura
la
fuccia muñeca de la danza
y de los piojos
o del
lirio ritual:
calendarios y festejos
para un baile de espejos incendiados
y de
la orquídea cremosa a chantilly o tercas.
Silencio.
De la rosa: No.
No
quiere hablarle de la rosa.
Ni
siquiera de las rosas pendencieras.
Tal
vez de la flor maracuyá, su apasionada forma
de
mostrarse.
¿De
la margarita?
Estaba
ensimismado el pretendiente
en el
perfume ambiguo de la rosa
de la Rosa Cruz prima
de los santos.
Y la
rosa comprendió el significado del pez y la costilla.
Él no
quería una rosa / a la que pudiera meterle
sílabas
/ a sus pétalos:
soñaba
un
invisible perfume inefable:
inodoro Ah las fuccias
incoloro o sus tenues ideales
inocente antes del delirio
incorruptible Lusbélico
después de los aprietes
insípido querúbico
contra el mito y la cosecha
inescrupuloso: Deshojando
margaritas
importable A
la izquierda de Dios.
Lo
remeció fue el remedio:
Fuera
su olor rancio de insoportable timidez.
Su
gusto relamido.
Que
en otros fuera prado pedregoso
sobornable
pureza de las formas.
Se
casaron.
Algo
quedó en paz en el Jardín de las rosas pendencieras.
Mi
molinera decía él.
Mi
cieguito de nacimiento, ella.
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